CARIMBA: EL DOLOR DE LA ESCLAVITUD
(Creación
inspirada en las
actividades agrícolas afro costeña del
siglo XVIII y XIX)
CONCEPTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE LA PROPUESTA:
Jorge Luis Medina López / Jorge Luis Medynah
CORRECCIONES,
ADAPTACIONES, BÚSQUEDA DE MATERIAL FOTOGRÁFICO Y DATOS ADICIONALES:
Jorge Luis Medina López (Agosto-Setiembre 2015)
LIBROS
CONSULTADOS:
1.
Esclavitud y manumisión de negros en Trujillo.
Héctor
Centurión Vallejos (1954).
Imprenta
de la Universidad de Trujillo- Perú.
2.
Los afroandinos de los siglos XVI al XX
UNESCO,
Perú. Primera edición (2004)
3.
Desarrollo económico y social de los afro
descendientes costeños
Fernando
Romero (1980)
Taller
de Estudios Andinos
Papel
de los descendientes africanos en el desarrollo económico –social del Perú
Departamento
de Ciencias Humanas
Movimientos
Sociales Nº 5, La Molina, Julio de 1980
Universidad
Nacional Agraria La Molina.
ANTECEDENTES
Desde
la Antigüedad, en la época del Egipto Faraónico, del Oriente Medio (Babilonia y
Asiria), de Grecia, que la convirtió en un arte de vivir, y de Roma, se
admitía la idea de que existían dos categorías de personas: libres y sometidas. La institución esclavista
ha hecho del esclavo una mercancía, o como dijo Aristóteles en su Política,
«una especie de propiedad animada». El hombre libre difería del esclavo en que
este último debía «responder en carne propia por todos sus delitos». «La trata
esclavista transatlántica», con casi cinco siglos de duración, constituye un
«agujero negro» por la especificidad de sus víctimas: el niño, la mujer y el
hombre negro-africanos, símbolo de todas las violencias, envuelta por el
silencio universal, materia invisible en la escala de valores de las sociedades
que la engendraron, y luz inquietante por las profundas interacciones que ha
provocado. Como empresa comercial y económica, el sistema esclavista instaurado
terminó ligando muchas regiones y continentes: Europa, África, Océano Índico,
las Américas y el Caribe. La trata transatlántica de africanos arrancados de
sus pueblos para ser transportados a la fuerza a las Américas y el Caribe tuvo
tres peculiaridades: su duración, de casi cinco siglos y legitimada por los
pensadores racionalistas de la Ilustración; su carácter racial, el negro
africano como modelo de esclavo; y su organización jurídica, los códigos
negros.
Esta
tragedia está casi ausente de la memoria colectiva y de los libros de historia,
incluidos los africanos. La culpabilidad, la vergüenza, el racismo y la
ignorancia explican la razón por la cual los manuales escolares de Europa, de
América y de África tratan poco y mal, la historia de la trata negrera, a pesar
de que el acto inicial de dicha trata, resumen y ejemplo de barbarie, se
transformó de manera sorprendente en un acto fundador de civilización.
Para
dar a conocer las causas profundas y las modalidades de la trata, y garantizar
la verdad histórica, el Comité Científico Internacional de «La ruta del esclavo»
recomendó en distintas sesiones priorizar el estudio de las fuentes
documentales y elaborar material pedagógico. La importancia de la preservación
de la memoria puede ilustrarse, como lo estableció Doudou Diène, a través de la
cita del Premio Nobel de la Paz Ëlie Wiesel «el verdugo siempre mata dos veces; la segunda con el silencio».
Los afroandinos de los siglos XVI al
XX
UNESCO, 2004
Ha sido el silencio histórico
en casi
todas las proyecciones tradicionales de danzas afro costeñas practicadas
por las agrupaciones profesionales y universitarias sobre este suceso oculto y
sin precedentes, lo que me motiva a
iniciar, mediante el proyecto histórico, cultural, artístico y coreográfico
CARIMBA: EL DOLOR DE LA ESCLAVITUD una reflexión, una toma de conciencia entre
mis estudiantes y el público en general, de que el combate por la democracia y
los derechos humanos es una recuperación
de la memoria, más allá de la belleza estética o de la complejidad en la
planimetría, estereografía e interpretación corporal. Ya, en el año 2002, con
la propuesta artística CIMARRONES EN PALENQUE
(con la agrupación universitaria UNALMa CRIOLLA) inicié este camino de cavilación del poblador
afrodescendiente, junto a mis “pupilos”
de entonces. Ahora- este Proyecto cobra forma,
fuerza y vitalidad recreando nuevos pasajes con los estudiantes de la
carrera de Artista Profesional- Danza de la Escuela Nacional Superior José
María Arguedas.
Jorge
Luis Medina López
Coreógrafo y Director Artístico
Setiembre, 2015
ANTECEDENTES HISTÓRICO-TEÓRICOS PARA LA CREACIÓN ARTÍSTICA
Ingreso
de esclavos al Perú
“El ingreso de negros esclavos
en el Perú, se inició desde los primeros días de la conquista. (…), en 1529 se
autorizó a Pizarro a traer “cincuenta
negros esclavos, entre los cuales debía haber, al menos, un tercio de jembras”.
(Vallejo, 1954:1)[1]
“Los negros, propios de clima
tropical, no se aclimataron en la sierra peruana, sino en la costa, en la
cálida tierra de los yungas, de ahí el dicho popular “Gallinazo no canta en puna” las ciudades más pobladas de negros en
la costa fueron Piura, Lambayeque, Saña, Trujillo, Lima, Pativilca, Chincha,
Cañete, Camaná, Pisco, Moquegua, Ilo, y Locumba en las que fueron dedicados, fundamentalmente,
en las faenas agrícolas, sembrío de algodón, caña de azúcar, vid y olivo,
como también y en menor escala en quehaceres domésticos”. (Vallejo, 1954:1)[2]
Otro texto, no da nuevas referencias respecto a las “rutas de esclavos”:[3]
Cuando se habla de
que no había negros en Los Andes, en las tierras altas y de que nunca
estuvieron presentes en Puno, Cusco o Arequipa, es falso, pues se han olvidado
absolutamente de las rutas terrestres en las tierras altas, en las altas
civilizaciones. Durante el gran mercado negro que existió por más de dos siglos
(XVI y XVII), que duraba seis meses, el negro tenía suficiente tiempo para
aclimatarse, porque sólo él tenía los glóbulos rojos que son necesarios
para captar el oxígeno al avanzar por tierra, desde Buenos Aires hasta Potosí.
La instalación de los esclavos se realizó no solamente en las tierras bajas
sino también en las tierras altas y en la Amazonía:
En las tierras bajas:
en las regiones costeras de Ecuador, Perú y del norte de Chile, en la amazonía
ecuatoriana y peruana, en la región selvática de Bolivia y de Paraguay y en la
zona del Chaco en Argentina. b) En las
tierras altas: en los páramos, en los valles interandinos, en el altiplano
del Ecuador, de Perú, de Bolivia y de Argentina.
Los
esclavos africanos llegaron a los Andes por vía marítima (océanos Atlántico y
Pacífico) y terrestre (Brasil. la Amazonía-Andes, Costa del PacíficoAndes.
Amazonía). Se han reconocido cuatro rutas:
Cartagena, Portobelo, Panamá, rutas ya señaladas. También se sabe que otros caminos fueron seguidos desde el Callao. 2. Buenos Aires, pero también el Alto Perú, Potosí, Cusco, Arequipa y Lima. 3. Brasil, considerando igualmente el Alto Perú, Santa Cruz, Cochabamba, Potosí y Lima. 4. Chile, siguiendo rutas como Atacama-Arica, Potosí, Cusco, Arequipa y Lima.
Quizás,
a partir de esas rutas se originaron las poblaciones de las yungas orientales,
no solamente bolivianas, ecuatorianas y peruanas, sino que olvidamos
rápidamente la enorme función de los «capacs» negros en Caucauján. Es con
ese «nicho ecológico» yunga con el que hay que contar, porque es tan
fundamental como los de la costa. Posteriormente la concentración de las
poblaciones afroandinas se sitúa en los siguientes territorios: Esmeralda, el
valle del Chota, Quito, Cuenca y Loja en el Ecuador; Cajamarca, El Mantaro,
Ayacucho, Huanta, Cusco y Puno en el Perú: La Paz, Potosí y Tarija en Bolivia,
Jujuy, Salta y Tucumán en Argentina, La Serena, Atacama y Arica en Chile.
Los negros esclavos fueron
importados por especuladores ingleses, holandeses, franceses, españoles y
portugueses en una época de cruel comercio de hombres (…). Este cruel y pingue
negocio fue reglamentado por España para sus colonias de ultramar,
especificándose el número y manera cómo debían ser conducidos y las ganancias que el infame comercio debía
producir a la real hacienda”. (Vallejo, 1954:2)
“Los negros vendidos “alma en boca, costal en huesos, a usanza de
feria” eran considerados por los
españoles en condición inferior a la de
los indios, de aquí el rigor y la crueldad con que las primeras leyes y conducta de sus amos, los esclavizaron y
atormentaron”. Se les empadronaba, se
les marcaba con hierro candente- prohibido después por Carlos III-. Se
castigaban la fuga de casa de sus patrones, las reuniones y amancebamientos con
la raza india, sus negligencias en el trabajo, con las penas más bárbaras,
infamantes y de efectos más irreparables. Tales leyes y tales actos perecían
verdaderamente incomprensibles tratándose del pueblo español, si ya no se
hubiera explicado esa mezcla extraña de fiereza y magnanimidad, de crueldad
y de caridad, de desprendimiento y de
avaricia, que dividía el carácter de los conquistadores de América” (Javier
Prado y Ugarteche. 1894. Imprenta del
Diario Judicial).
“El signo de posesión de los negros esclavos era la marca al hierro
candente, llamada “carimba”….además de esta infamia se les hacía trabajar
de sol a sol, en las peores condiciones de insalubridad y de protección a su
salud y pésimamente alimentados, sin
otra esperanza de liberación de su tragedia que la muerte, sin que llegada ésta se escaparan aún
de ser perseguidos por el infortunio, la injusticia, y la ausencia de caridad, pues,
como a los indios, se les negaba sepultura cristiana. “En los primeros años del
Coloniaje sus cadáveres quedaban abandonados a la intemperie. Si la muerte
ocurría en los campos, se les arrojaba a la vera de los caminos como si fueran
acémilas[1];
si acaecía en las ciudades se les echaba a la calle junto con los demás
desperdicios” (Roberto Mac-Lean y Estenós: Negros en el Perú. Revista
Letras. Lima-Perú)
Gran número de negros esclavos
y mulatos conseguían huir del poder de sus amos, a pesar de las penas
mencionadas, dedicándose a vivir en libertad y sin los medios necesarios
para subsistir, por lo cual cometían toda suerte de pillajes y latrocinios[1] y
forzaban a las indias, excesos que eran más notorios en Trujillo, Saña y sus
valles, por cuyo motivo en Agosto de 1603, el Cabildo de esta ciudad, en
cumplimiento de especial cédula real, mandó que los negros y mulatos que
viviesen en libertad fuesen empadronados sacándolos de donde estuviesen ocultos
(Vallejo, 1954:5)
El
tremendo y asolador terremoto ocurrido en esta ciudad el 14 de Febrero 1619,
conocido con el nombre de terremoto de San Valentín, arrasó la ciudad, dejando
a casi toda la población en la
intemperie y desorganizando todos los servicios públicos y privados, lo cual
fue aprovechado por algunos negros para huir de sus amos, y rondando a la
ciudad, armados con dardos y flechas, mataban y robaban, causando tal pánico
que los pobladores tuvieron que exigir mayor celo al capitán de la policía (…).
Años más tardes la delincuencia de los negros cimarrones acreció paralelamente
al desarrollo urbano y demográfico de la ciudad, pues, en 1645 el Corregidor de
Trujillo (…) hizo publicar un bando ordenando a todos los negros que si volvían
al poder de sus amos “serían perdonados y
en caso contrario ahorcados y hechos cuartos (¿?), y puestos en los caminos” (Vallejo,
1954:6).
Como
se ha dicho los negros fueron empleados principalmente en las faenas
agrícolas de las haciendas costeñas, siendo en Trujillo y sus valles, el
trigo, el cultivo fundamental; pero a partir de 1681, dicho cereal sufrió
tremendas epidemias que mermaron enormemente las cosechas con el consiguiente
colapso económico de los hacendados, muchos de los cuales viéronse en la ruina.
Para remediar la situación, establecieron trapiches[2] y
sembraron los campos de caña de azúcar, para lo que repoblaron sus
haciendas con nuevos y más numerosos negros esclavos a un costo que en muchos
casos sobrepasaba el precio de los respectivos fundos situación que se agravó
con la muerte de numerosos esclavos por efectos de epidemias (…). El panorama
económico se puso más sombrío, cuando en el año 1742 se estableció un nuevo
impuesto (…) por arroba de azúcar, que minó de muerte la deficiente economía de
los hacendados de Trujillo y sus valles (Vallejo, 1954:7).
Otros datos importantes sobre la presencia andina
y negra en las labores agrícolas:
“Las
tierras de los soberanos tenían ciertas peculiaridades que las distinguían de
las demás: eran trabajadas por una mano de obra especial «distinta y apartada
de la corona y reyno de los Yngas», no entraban en las estadísticas de los
tributarios o hatun runa y estaba compuesta por los yanas. Su número era
elevado. La mayoría de estos yanas fueron traídos de otros lugares para
ejecutar las faenas agrícolas”.
“Los
yanas eran personas sacadas de sus «ayllus» para cumplir tareas y trabajos y no
entraban en las tareas comunales de sus parcialidades y pueblos. Los había de
diversos status: podían ser simples campesinos, artesanos especializados, hijos
de curacas y sus tareas se establecían según sus condiciones. Podían estar
adscritos a diversas personas: sea a un Inca, a una Coya o gran señora, a un
santuario, a un Dios o a un curaca provinciano. Existía una amplia gama de
yanas según sus situaciones y orígenes, de acuerdo con la dedicación y trabajo
que desempeñaban. Otra diferencia era la concerniente a las personas a las que
estaban destacado”s.
Al
llegar el siglo XX todavía el yanaconage estaba presente. Como antropóloga lo
he investigado, y todos ustedes lo saben. Los yanaconas en las grandes
haciendas del Perú, y sobre todo en la costa, eran negros; pero le pregunté a
un gran especialista en yanaconas, José Matos Mar, quien me respondió: «… te
estás equivocando de camino, no hay negros, ¿qué es eso?». Yo le dije: «…hay
yanaconas que cantan décimas; son negros…, yo misma los he visto en el valle de
Chacaí, Chicama». Las poblaciones de las haciendas de la costa peruana, la
población trabajadora, el proletariado agrícola en su mayor parte, estaba
compuesto de negros, y la reivindicación del yanaconage desde los años cuarenta
es enorme. Entonces es una institución que todavía en el siglo XX, cinco siglos
después, siendo prehispánica, cobija al que fue conquistador.
Los
afroandinos de los siglos XVI al XX
UNESCO, 2004:28, 29
Los negros esclavos del valle
de Chicama, a cuyos oídos subrepticiamente[3] llegaban las noticias de España y de Río de la
Plata (en torno a las tendencias liberales, de independencia y
de amnistía general) habían formado, también, su pensamiento libertario,
especialmente los de las haciendas de Chiquitoy, Tullape y Mocollope (…)
quienes se creyeron libres por expresa
disposición de Su Majestad, cuyo beneficio les ocultaba el Cabildo trujillano. Circuló,
con tal motivo, en la ciudad en forma tenaz y alarmante el rumor de que los
referidos esclavos habían decidido levantarse, matar a los blancos, sus amos, y
destruir las haciendas (poniéndose) de acuerdo con los esclavos domésticos de Trujillo. El
rumor fue creciendo insistentemente creando un clima de pánico y temor
colectivo (….) tal fue el estado de alarma y temor que hasta se tomaron
providencias (una serie de organizaciones, coordinaciones) al detalle (Vallejo, 1954:9).
REBELIÓN DE NEGROS ESCLAVOS
Capítulo V
del libro:
Esclavitud y manumisión de negros en Trujillo.
Héctor Centurión Vallejos (1954). Imprenta de la Universidad de Trujillo- Perú.
La campaña electoral de 1850 fue
muy agitada e importante por cuanto era la primera vez que en el Perú se iba a
realizar un proceso eleccionario. – El Mariscal Castilla, Presidente de la
República, apoyaba al candidato
oficial General Rufino Echenique, quien tenía entre sus opositores al
General Vivanco y al candidato civil D. Domingo Elías, lanzado por el “Club
Progresista”, primer ensayo de partido político (…).
Flotaba en el
ambiente nacional la certeza de que no se había completado los ideales de
redención y la libertad del Perú, mientras gimieran los negros esclavos bajo el
peso tremendo del yugo de la opresión, esclavitud que, en 1851, sólo existía en
4 provincias de Lima y una de La Libertad, es decir en 5 de las 64 provincias
con que contaba entonces el Perú. (Vallejo 1954:14)
En los últimos días de Enero de
1851, circularon insistentemente en Trujillo, rumores de que los negros
esclavos del Valle de Chicama preparaban un movimiento para tomar la ciudad y proclamar su libertad. El jefe militar del
Departamento, Coronel Rudecindo Beltrán, enterado de dichos rumores, los puso
en conocimiento del Prefecto Coronel
Manuel María Freyre , el 29 del mismo mes, quien consideró la noticia
como de poca importancia, expresándole
al Coronel Beltrán, que el vecindario podía estar tranquilo; mas, en la tarde
del mismo día recibió la autoridad política un angustioso parte del Gobernador de Chocope, don Juan
Alaiaga, anunciándole el levantamiento de los negros de las haciendas Tulape, Bazán y Farías, con cuyo motivo le
avisaba haberse trasladado al pueblo de Chicama en busca de auxilio para
contener a los amotinados (…) (Vallejo, 1954:17)
El 20 de Enero
tuvieron los esclavos un choque sangriento en Ascope, siendo rechazados. En la
Hacienda Cajanleque, cuando fueron a sacar a los negros de dicha Hacienda,
tuvieron otro choque con 30 vecinos de Chocope, de los cuales murieron dos,
cayendo prisionero el cabecilla Valentín Baca, apodado “El Palmuyero” (…). Las
familias se encerraron en sus domicilios tomando toda suerte de precauciones.
A las 11 pm hubo reunión de vecinos principales en casa del Coronel Juan Manuel
Iturregui, sin acordarse medidas efectivas, a pesar de la alarman reinante,
mucho más cuando se enteraron que la Señor Mercedes Cavero de Ganoza, había
sido amenazada de muerte por sus esclavos
de su Hacienda Trapichito, del Valle de Santa catalina, si regresaba a
ella. Mientras tanto los negros se concentraron en el pueblo de Chicama,
encabezados siempre por Valentín Baca, que había sido puesto en libertad por
sus compañeros, por Olaya, Cedeño, “El Código” y un tal Rojas, armados todos en
número de cerca de 200, con cuchillos amarrados a la punta de la caña, con
herramientas de labranza, puñales, sables, alguna carabinas viejas y montados
unos pocos a caballo. Avanzaron a Trujillo, por el camino de La Cumbre,
llegando al pie de las murallas de la ciudad, por el lado de Miraflores, como a
las 4 de la mañana, del día 1° de Febrero. (Vallejo, 1954:18)
Los esclavos pasaron la brecha (por
efecto de un derrumbe anterior en dicha
muralla en el sector de Miraflores), corrieron tras el Prefecto y tomaron
posesión de la Plaza de Armas. Hubo un cierrapuertas general, pánico en la
población; el comercio clausuró sus puertas, así como las casas de vecindad, en
cuyos oratorios las mujeres y niños oraban invocando a la protección divina.
(Vallejo, 1954:19).
Dueños los negros de la ciudad, atacaron en la Plaza de Armas al Coronel
Intendente de Policía y a dos soldados que lo escoltaban, quienes lograron
escapar después de ser desarmados. En seguida, procedieron a libertar de la
cárcel pública, ubicada en los bajos del Cabildo, a los esclavos de la hacienda
Chiquitoy, que se encontraban presos desde días anteriores, así como a las
negras esclavas, de la misma hacienda, que se encontraban detenidas en el
cuartel de gendarmes, lo cual fue autorizado por el Prefecto- quién con su
escolta se encontraba en la misma Plaza, en acera opuesta a los negros- con la
prevención de que no dejaran en libertad a los reos rematados[1]
consiguiendo escapar, con todo, el famosos criminal José Félix Vergara, que
después se unió a sus libertadores. (Vallejo, 1954:19).
Envalentonados y triunfantes los negros esclavos
por las ventajas obtenidas, volvieron a pedir insistentemente, se les
extendiese la escritura pública de manumisión[2] , a la cual también accedió el Prefecto, mandando llamar al escribano[3] Aguilar, a quien le proporcionó suficiente papel sellado ordenándole
extendiera la carta de manumisión, que fue firmada por los amos, en cuya labor
emplearon toda la noche y parte del día siguiente.
(Vallejo, 1954:20).
En otro lado de la
ciudad, ante la amenaza de la turba que con golpes de hecha y machete querían
derribar las puertas de la casa del tesoro, el funcionario de la misma- santos
Figueroa- huyó de la ciudad, sin que con eso los negros hubieran conseguido su
objeto. A las 6 y 30 p.m. del día
primero, los negros abandonaron la ciudad, retirándose al gramadal de Mansiche,
retornando a las 9 de la noche, aumentando la zozobra de los pobladores, por
cuanto los esclavos amenazaban con
ingresar a las residencias y cometer toda clase de tropelías [4]
Al siguiente día 2 de Febrero amanecieron los negros
sobre las armas, exigiendo con más insistencia se les otorgase la escrituras de
manumisión, que les fue entregada como a las 5 de la tarde. Con la carta en su
poder se dirigieron con gran algarabía a la Plaza de armas, y con repique
general de campanas, publicaron con bando la libertad conquistada, a la que
habían accedido todos los amos con el fin de evitar mayores desgracias a la
población. (Vallejo, 1954:21).
Con el júbilo que es de imaginar, los negros esclavos
a las 6 de la tarde del día 2, después de publicar la carta de manumisión,
abandonaron la ciudad con dirección a Mansiche en donde pernoctaron entregados
a festejar su libertad, sin que existiera ya, en la ciudad, la amenaza de
saqueos y latrocinios[5]
Al amanecer del día tres,
circularon en la ciudad dos noticias desconsoladoras: primero, que el Prefecto
había abandonado Trujillo dejándolo librado a su suerte, y segundo, que los
esclavos pretendían volver de Mansiche y saquear la ciudad. Con efecto,
retomaron sus posesiones de la Plaza de
Armas, ante el pánico y consiguiente susto renovados de os pobladores, y en
número mayor, pues se habían unido los esclavos domésticos de la ciudad y los
del valle de Santa Catalina; pero
también los vecinos notables y el pueblo, repuestos de las dolorosos
impresiones, decidieron tomar la ofensiva, para lo cual y ante la ausencia de
la autoridad política, solicitaron al jefe de Armas, Coronel Rudecindo Beltrán,
se ponga al frente de la defensa de la ciudad
(…) (Vallejo,
1954:22,23).
Armado
y reparado el vecindario por el General Lizarzaburu con la colaboración del
Coronel Beltrán, los cívico tomaron posesiones en la azotea de las casas de en
frente a la Plaza de Armas, especialmente en la casa del propio General y la de
Modesto Blanco, en circunstancias que los esclavos se encontraban
desprevenidos. Tras un disparo que salió de la azotea de la casa de Modesto
Blanco que fue la señal convenida, siguieron otros de todos los francos
tiradores, ante cuya sorpresa los esclavos se desbandaron, huyendo por el
camino hacia el pueblo de Moche, siendo perseguidos por todo el vecindario que
así veía llegaba la hora de su liberación de las intensas horas de zozobra y
pánico que había sufrido por espacio de varios días, liberación obtenida
felizmente sin derramamiento de sangre, pues los disparos fueron al aire. Luego
de ser apresados en diferentes momentos
más de noventa negros, que fueron puestos a disposición de la justicia para su
juzgamiento, en la tarde del mismo día, el General Lizarzaburu envió un propio
(¿comunicado?) a Santiago de Cao a comunicar al Coronel
Freyre que había sido sofocada la rebelión de los negros y la vez invitándole a venir a la ciudad, lo
que en efecto hizo el Prefecto el mismo día siendo recibido en medio de repique
de campanas. Constituido en su cargo político coadyuvó[6]
con sus órdenes a la pronta persecución
y detención de los fugitivos, siendo aprehendidos también los cabecillas
(…) (Vallejo, 1954:23,24).
La carta de manumisión obtenida por
los esclavos quedó en
consecuencia sin efecto como quedó sin efecto el juicio que a los
cabecillas mandó a abrir el nuevo Prefecto del Departamento Manuel Antonio
Gutiérrez de la Fuente por la amnistía
concedida por el Congreso.
El
Mariscal Castilla, anoticiado del levantamiento de los negros al que se había
querido dar tinte político, remitió una columna de tropa y equipo de artillería
que se sumaron a las milicias que llegaron de San Pedro de Lloc.
PAPEL DE LOS DESCENDIENTES DE AFRICANOS EN EL DESARROLLO
ECONÓMICO-SOCIAL DEL PERÚ
Desarrollo económico y social de los afro
descendientes costeños
Fernando Romero (1980)
Taller de Estudios Andinos
Departamento de Ciencias Humanas
Movimientos Sociales Nº 5, La Molina, Julio de 1980
Universidad Nacional Agraria La Molina
“Un factor de carácter
económico aparece en el censo de 1791,
además del factor social (….). Durante la segunda mitad del siglo XVIII los
hacendados costeños hicieron una activa
campaña para conseguir una “apreciable”
importación de negros, alegando que el escaso número de esclavos había elevado
mucho sus precios, y que el aumento de la gente de color que había logrado su
manumisión[1] se
traducía ahora en pago de altos salarios que (no) estaban al alcance del económicamente deprimido sector
agrícola, (que
hacía) a los terratenientes que las cifras estadísticas les (……….). No es
de extrañar, por eso, que a la postre el censo consignara (a la) población de color el
5.30 % fuera de “castas libres”, y sólo el 4.85 % de “negros”, es decir, esclavos. De tales
cifras me permito dudar. Entre los mediados del siglo XVII y los del XVIII debió venir al Virreynato una buena cantidad
de negros”. (Romero, 1980:4).
“El periodo 1650-1750 fue de
activo contrabando, que realizaron los asentistas holandeses, franceses e
ingleses que se fueron sucediendo en el negocio de la trata, quienes
fraudulentamente traían esclavos negros de Nicaragua (comprados a los británicos en Honduras), de
la costa meridional de Ecuador y de Chile. Los portugueses, por su parte,
aunque habían perdido el asiento , eran
experimentados contrabandistas de negros
que metían al Perú por varias vías. Por Montevideo, Buenos Aires y Potosí. En
forma limitada, por el Marañón.
Por el territorio de Corrientes
y por el Paraguay, a través del Chaco boliviano. Y, aunque en pequeño
número, hasta por los tributarios occidentales del Madeira, pues a mediados del
siglo XIX, una exploración realizada en tierras de los anahuacas, de nuestro
río Ucayali, dio a conocer que hacía muchos años que esta tribu tenía
relaciones con grupos negros que habían llegado por el Oriente de su
territorio. Tales circunstancias me llevan a suponer que en el censo
realizado en el Perú en 1791, se dejó de declarar una buena cantidad de esclavos que habían entrado por
contrabando (….)”. (Romero, 1980:5).
“En la segunda mitad del
(siglo) XVIII disminuyó la natalidad y aumentó la mortalidad de los esclavos, a
causa del criminal descuido que los navieros –comerciantes latifundistas
mostraron en la conservación de su mano
de obra agrícola, por razones que se explicarán
en otras partes de este trabajo, y durante los finales del gobierno de (el Virrey) Abascal (1806- 1816) cesó del todo la introducción de
negros que venían directamente del África (bozales) y por la vía marítima. Los indios y mestizos
bajaron de sus serranías hacia la costa
cuando terminó el coloniaje español. Se dio la libertad a los negros, primero
en forma limitada y después sin restricciones. Tales circunstancias aumentaron
en el litoral los cruzamientos entre los
grupos étnicos”. (Romero, 1980:5).
[1] Liberación, redención, indulto, perdón, etc.
“Como se va a ver en lo que
sigue, entre nosotros el origen étnico ha fijado en forma predominante tanto
los ingresos como el acceso a la educación promotora de movilidad, debido esto
último al híbrido sistema feudal-capitalista existente en la costa, a la
concentración de la gente de color en las áreas rurales carentes de escuelas –
primero- y después, con centros formativos de la niñez y la juventud que
copiaban patrones educativos inadecuados al medio” (Romero, 1980:6).
La distribución geográfica influyó en unos casos en favorecer y en otros
en retardar la movilidad, así como tuvo un considerable peso en el fenómeno del
aculturamiento. Esto hace necesario presentar
ciertas características de la dispersión de la población de color. Lo
más importante es que el 92% de sus componentes habitó en la costa, región
que solamente comprende el 13 % de la superficie del país. A esta concentración
de carácter regional se sumaron otras dos. Más de la mitad de esa gente era
población rural que trabajaba en los latifundios y haciendas, en una actividad
agropecuaria”. (Romero, 1980:6).
Según el censo de 1791, la
provincia de Cañete tenía nueve veces más negros que blancos; y la de Chancay,
cuatro veces. En Ica (provincia9, llegaban a 75%; en Trujillo (intendencia), a
60%; en Lambayeque (…), a 57%; en Piura (…), a 54%.
Mediante lo dicho hasta ahora
podemos llegar a la conclusión de que las informaciones estadísticas, aunque
imperfectas, parecen mostrar que en el lapso de cuatro siglos la población
negra, que hasta los comienzos del siglo XVIII
constituyó una mayoría numérica
en la costa, abrumadora en algunos lugares, en el siglo XX perdió
esa posición, si se da crédito a los censos cuya veracidad es
sospechosa. (…)
La Antropología social
considera que, aunque las comunidades de indios y negros pueden ser cuantitativamente
predominantes en los territorios regidos por los blancos, “son siempre
minoritarios desde el punto de vista cultural, económico y político”, con frase
de Bastide al referirse al Nuevo Mundo. Por eso, el proceso de aculturación en
nuestro país presenta los
comportamientos de resistencia, adaptación y aceptación, que se derivan de
tensiones provocadas por fuerzas sociales en conflicto dentro de un territorio
donde existen minorías.
“La abundancia de esclavizados
indígenas proporcionaba en nuestro país mano
de obra, en verdad gratuita, para la minería y otros espacios económicos.
(…). Había entre los blancos citadinos competencia sobre quién poseía el
mayor número de esclavos y los vestía
con mayor lujo, lo cual favorecía el ocio del servidor y lo colocaba en un
nivel de vida que podía resultar económicamente mejor que el usual en su país
de origen” (Romero, 1980: 8)
“Al venderse a esa
comodidad que obtenía gracias al oro que
con su esfuerzo había permitido el blanco acumular, por lo general el africano
y sus descendientes no dieron batalla. Podría decirse que en la mayor parte
de los casos, y especialmente al comenzar la conquista española de nuestro
territorio, fue más frecuente que los negros llegaran a concertar con los
blancos un modus vivendi que permitió que existiera paz entre ellos, aunque no
fuera sino de un carácter precario” ( Romero, 1980:9)
“La
posible rebelión de los esclavos fue una pesadilla que amargaba las dulces
noches del blanco peruano, quien siempre temió que se unieran a los piratas
ingleses, franceses y holandeses, como había ocurrido en otros lugares, o que
se sublevaran, como también sucedió en varias colonias. Nunca se dieron cuenta
de que la geografía física y humana estaba a su favor. Los negros se hallaban
agrupados en oasis costeños separados por amplios arenales, lo que hacía
imposible que pudieran unirse sorpresivamente. Era difícil, también, que se
constituyeran en bandas armadas o que huyeran individualmente porque no tenían
adónde hacerlo en el litoral formado por
pampas resecas. (…). No podían comunicarse con los indios, quienes sólo
hablaban sus lenguas vernáculas y que,
además, los rechazaban. Ante tales
circunstancias adversas resulta admirable que individuos a quienes ponía en
hervor combativo el ansia de libertad, con valor a toda prueba, carentes de
armas, en territorio desconocido, se levantaran abiertamente contra los amos de
esa raza que los había cazado como a fieras, vendido mediante tasación en
palmos como a cualquier mercadería y marcado con hierro candente como a
animales. Sus hijos, los mulatos, por su parte, a veces se unieron a los
intentos de rebelión que alentaron los mestizos, y las sublevaciones de los
indios de los obrajes. Pero nunca los unos o los otros obtuvieron buenos
éxitos y si lo lograron fueron temporales. Esto último ocurrió en zonas
propicias como los manglares y bosques del extremo Norte y la región arbolada
de Vilcabamba”. (Romero, 1980: 9).
“Como
en las otras colonias, el justificado deseo de escapar de los abusos o
simplemente de volver a gozar de la libertad
que tenían derecho como seres humanos, produjo la huida de los esclavos
y su unión en bandas de cimarrones. Para obtener alimento o
para saciar su deseo de venganza tales grupos derivaron hacia la criminalidad
asaltando los pequeños negocios agrícolas, villorrios y viajeros, y las
comunidades indígenas en las cuales no sólo realizaban robos y asesinatos sino
también violaciones de mujeres”. (Romero, 1980:10)
“La
huida de los esclavos significaba pérdida económica para los amos. De allí que
“el delito” fuera sancionado por las autoridades civiles (y religiosas, pues, en ocasiones) el elemento eclesiástico apoyó a
los fugitivos si estos comprobaban la servicia
(¿maltrato?) de sus patrones.
No tuvo el cimarronaje en el Perú la importancia que alcanzó en otros países,
también a causa de que la topografía costeña no ofrecía escondites seguros. (Romero,
1980:10)
Como
se dice en otra parte de este trabajo, transcurrió casi medio siglo entre l
llegada de los españoles al Perú y el periodo en que los negreros comenzaron a
traer abundante número de bozales. Durante este lapso, el 66% de
los esclavos estaban compuestos por ladinos,
es decir, por individuos parcialmente españolizados, gracias a lo cual gozaban
de ventajas. Cuando la trata cambió las cifras relativas (ya que en los feudos agropecuarios costeños se prefería al bozal), el número de
mulatos había aumentado sustancialmente. Estos, como ladinos, en instrumento de
la cultura occidental, y por muy despreciados que fueran por los blancos,
ocupaban en el sistema de castas una posición superior a la del esclavo bozal. Tales circunstancias debieron crear en el
africano que llegaba al virreinato, la idea de que no sólo para prosperar
sino aun para vivir tenía que deformarse
mediante la adaptación cultural. (Romero, 1980:12).
España “era un pueblo conquistador y no colonizador. Gobernado por clases
urbanas y no rurales. Carente de los motores
impulsos económicos de los otros europeos, aunque amaba la riqueza. Esta
ansia se satisfizo ampliamente en los primeros años de la conquista, con sólo
recoger el oro que abundaba. Cuando ya hubo que extraerlo de la mina de una
manera esforzada, se dispuso del mitayo indígena. Al hacerse necesario cultivar
la tierra para proveer alimentos, en las serranías también se valió del indio. En la zona
litoral, que el aborigen había abandonado y que exigía cultivo para sustentar a
una creciente población blanca formada por eclesiásticos, funcionarios,
burócratas, y aventureros, y también para afirmar el señorío feudal, fue el
esclavo quien trabajó. No sólo lo hizo en los campos sino en toda clase de
actividades económicas. La contribución del negro al desarrollo costeño a la
manera occidental, no sólo fue importante sino resultó decisiva en esta zona
geográfica que sufrió las mayores transformaciones debido la introducción de plantas, animales, técnicas
y procedimiento9sque eran totalmente extraños en el territorio. (Romero,
1980:14).
Los más (hombres y mujeres)
eran excelentes agricultores. Pero también debe tenerse en cuenta que entre los
esclavos que vinieron directamente del frica abundaban los de tribus
septentrionales[1] que habían estado sometidos al Islam,
algunos de los cuales sabían leer. En los de varias zonas se hallaban finos
artistas –del bronce y la madera- buenos metalurgistas, excelentes hombres de
mar, individuos de gran habilidad manual, juglares, mímicos y bufones- muy
apreciables en los Emiratos Árabes. En cuanto al sector agrícola, su
flexibilidad y la experiencia que traían del África les sirvió menos de lo
posible, a causa de la organización que los españoles dieron a esta actividad
económica que primero tuvo un carácter feudal y luego pasó a ser capitalista. (Romero,
1980:14)
Organización muy
diferente impusieron los españoles en la costa peruana. Hubo mestizos e indios, en limitado número, que poseyeron escasa tierra
de cultivo pues los blancos se distribuyeron entre ellos casi la totalidad.
Poquísimos hombres de color llegaron a
tener muy reducidas parcelas, al alcanzar la categoría de “libres”, que
trabajaron aprovechando la experiencia africana. Así, el término esclavatura
fue sinónimo de peonaje en las
unidades productoras del blanco que
resultaron de tres clases. Las chacras,
que rodeaban a las ciudades, eran una combinación de huertos, granjas de
animales destinados a contribuir a la alimentación familiar y alquería[2]. Las
haciendas tenían un carácter agropecuario de modalidad no especializada y
en ellas el trabajo del esclavo fue muy eficiente, a juzgar por las alabanzas
que de su estado floreciente hacen Lizárraga (1604) y Vázquez Espinoza (1619).
Algunas de éstas fueron, mayormente, pecuarias[3]; en
el norte, de ganado menor (cabras), en el centro, de ganado de cerda (puercos)
y en Lima, de ganado mayor. Las haciendas sufrieron un proceso de absorción por
parte de los latifundios [4]que
cada vez se hicieron más grandes y más
especializados pero sin haber llegado -durante el periodo colonial - al mono
cultivo, hablando en términos generales. (Romero, 1980:15).
La
eficiente explotación agrícola dirigida por los incas (a base de rotación de
cultivos, acueductos, canales de regadío, extracción del agua del subsuelo y
empleo de fertilizantes) fue destruida
en su mayor parte por falta de una adecuada política agraria y también a causa
del ausentismo de los grandes propietarios
que, en lugar de dirigir personalmente el esfuerzo productivo, lo entregaron a
mayordomos de color incapacitados para cumplir su misión con criterio
ecológico. Se impuso a éstos la difícil tarea de cultivar de acuerdo con
técnicas europeas que desconocían, con criterio capitalista que no podían
comprender, y desarrollando métodos de aclimatación de especies botánicas y
zoológicas foráneas: trigo, cebada, café, hortalizas, frutales, arroz,
caballos, asnos, cabras, vacas, carneros, cerdos. (Romero, 1980:15,16).
El
africano y sus descendientes quedaron ligados estrechamente y en forma muy
especial a la transcultura de tres especies botánicas que, como el negro,
venían a enraizar en nuestro suelo: la caña de azúcar, el olivo y la vid (¿y el algodón, no?) (…).
Fue gracias al trabajo muscular y a la habilidad del negro, que la oriental aceituna,
estrujada en las prensas –que tenía su
infierno y su gloria- entregó su dádiva untuosa, particularmente en Lima
y Arica. Negros pies pisaron la uva en los lugares en que abundaba,
sobre todo en barranca y Tarapacá, zona en la que destacaban los viñedos de
Ica, Nazca, y Chincha, valle este último en el cual, al comenzar el siglo XVII,
había ya 10,000 esclavos agrícolas. Gracias al sudor del esclavo africano
creció la caña de azúcar que doraba de Piura al Sur Chico, y rumorearon
en las amplias pailas las burbujeantes oscuridades de la melaza, en ingenios
que daban el máximo rendimiento en Saña, Chicama y los alrededores de Lima. Sin
que ellos lo quisieran, la eficacia de su trabajo contribuyó a la
estructuración de esa economía de trapiche
que durante largo tiempo ha trabado el desarrollo social del Perú, porque
aunque las grandes concentraciones
azucareras no se produjeron hasta avanzado el siglo XX, desde el principio el ingenio reforzó la
servidumbre de la gleba[5]. Cada
empresa de tamaño mediano necesitaba unos cien esclavos y había algunas que
tenían más de 300. El producto que se
extraía, apenas si integraba la alimentación del negro, y sólo convertido en
embrutecedor alcohol llegó al aborigen. Creó, sin embargo, el paraíso sibarita
de la repostería del blanco, que era la última gota del hartazgo estomacal que,
por caminos de delicias gustativas acortaba la vida de nuestros abuelos. La
trilogía caña-vid- olivo no produjo el beneficio que merecía tal empeño.
Hostigada la producción, por las medidas restrictivas que el gobierno
metropolitano imponía, el comercio del azúcar, el vino y el aceite tuvo una
vida incierta y hética[6] durante
el periodo colonial. (Romero, 1980:16).
Como desde los comienzos del
siglo XVII toda la mano de obra
agropecuaria pertenecía a la casta de
los esclavos, las peticiones para aumentar el ingreso de africano al Perú fueron
continuas y crecientes a partir de los mediados de ese siglo, pues era
necesario eleva el número de bozales para lograr la especialización cañavelera
principalmente. Pero el gobierno metropolitano satisfacía con gotero esa
demanda, a causa de su temor a incrementar la fuerza de lo que consideraba su
quinta columna peligrosa. Esa falta de acuerdo llevó a una seria crisis
agrícola. Se debió a varios factores recurrentes. Sin embargo (…) todas ellas sirven para demostrar, de una manera evidente, que la economía
agrícola costeña era por completo dependiente del esfuerzo productivo del
negro. Que el esclavo era la gallina de los huevos de oro. (Romero,
1980:17).
La falta de preparación
técnica y empresarial del latifundista agravada por la entrega de la producción
agrícola a personas que no tenían preparación científica, comenzó a mostrar sus
graves consecuencias a finales del siglo XVII. La primera víctima resultó el
trigo costeño, cuyas semillas europeas y ya viejas fueron incapaces de resistir
las royas[7]. Escaseó
tanto que a partir de los comienzos del XVIII
comenzó a traerse de Chile. Este comercio favorecía a los navieros y
mercantes y les produjo grandes ganancias que sumaron a las obtenidas por el
contrabando marítimo. Comenzaron a invertir en la propiedad agrícola para
elevar su propio estatus social y para asegurarse una agricultura, dominada por
ellos, que favoreciera su negocio de transporte terrestre. La apreciable
oferta de tierras bajó los precios de la propiedad rural.
A la caída del valor de
la tierra se añade la escasez carestía
de la mano de obra., todo ello en parte “debido al conflicto
(1739-1741) que provoca la guerra entre Gran Bretaña y España y el comienzo de
un precario[8]
comercio de esclavos que se remató con
el comercio libre de esclavos (1780), pero con la prohibición de realizarlo
directamente al Perú, “estimulando el contrabando y elevando considerablemente
el valor de tal “mercancía” (Romero, 1980:18).
Al posesionarse de las
haciendas costeras los navieros y comerciantes dedican buena parte de las
tierras al cultivo del maíz y la alfalfa, necesarios para alimentar las recuas.
Esta es una faena dura que comienza a las cuatro o cinco de la mañana y que desempeñan muchas mujeres.
Además, en su afán de hacer rápidamente
dinero, a estos nuevos ricos no les importa la fulminante depreciación de su
capital humano, y descuidan la alimentación y la salud del esclavo rural,
con lo que aumentan los abortos y los fallecimientos- especialmente de
párvulos- produciéndose una situación que termina en un decrecimiento
vegetativo de la esclavatura. Como bola
de nieve que baja por la ladera, el aumento de negros libres provoca
crecimiento en su cantidad. El terrateniente empobrecido no quiere alimentar a
los esclavos, los liberta. El manumiso se traslada a las ciudades, trabaja a
jornal y con lo que gana compra la horría[9]
de su mujer e hijos, todos los cuales abandonan el campo. El hacendado no
puede reemplazarlos con mano de obra asalariada pues ésta pide retribución
elevada que el agricultor no paga. Y no puede comprar más esclavos, por falta
de capital. (Ibídem).
Un interesante expediente
hallado por Febres en el Archivo de Indias (Pleito de los Labradores), de
finales del siglo XVIII, consigna informaciones esclarecedoras sobre la
carencia de mano de obra. La tierra llega a valer diez o veinte veces menos
que los esclavos. De ello resulta
que los propietarios agrícolas abandonan la tierra y se marchan a la ciudad con
sus esclavos, donde “prefieren hacerlos trabajar como obreros libres, en
trabajos seguros como panificadores en las panaderías, en donde no se les
exponen a las enfermedades y a los trabajos duros del campo, obtienen buenos
salarios por ellos, no gastan en manutención, y a ciertas horas del día gozan
de sus servicios”. (Romero, 1980:18).
Para mayor información
sobre las labores agrícolas en la costa
peruana (Lima), visitar la página blog: http://pueblodeinfantassmp.blogspot.com/2012/07/infantas-en-la-historia-de-lima-norte.html
OTRAS LABORES DEL ESCLAVO EN EL PERIODO COLONIAL Y REPUBLICANO:
Durante el periodo colonial el esclavo de la industria extractiva presta sus
servicios en las salinas, salitreras y depósitos de brea (copal). Es un
trabajo rudo y sin posibilidades porque no es actividad de gran valor
económico. La minería, en cambio constituye
la niña mimada del blanco, la que da tal riqueza que gracias a ella se crea el
decir de “valer un Perú”. Sin embargo, para su fortuna, el negro no entra
en ese campo sino en forma limitada, particularmente en los lavaderos de oro.
Las zonas metalíferas se hallan casi todas en las frígidas serranías que
agreden al foráneo con su peligroso soroche o mal de altura.[1]
A diferencia de lo que ocurrió en la minería, tuvo la
participación del negro un papel importante en la industria de la
construcción, según los hallazgos de Harth-Terré. Numerosos talladores de
piedra y albañiles (de ladrillo, calicanto, adobe y quincha), algunos de ellos
de alta calidad fueron los que
erigieron y a veces dirigieron la construcción de las obras púbicas financiadas
por el Gobierno, los cabildos y las congregaciones religiosas (puentes,
tajamares, trincheras, puertos, muelles, depósitos aduaneros, iglesias,
conventos, hospitales, alcantarillados, fuentes) así como las residencias
privadas, que resultaron espaciosas, bellas, y bien adaptadas a una zona sin
lluvias, como la costeña, pero con frecuentes movimientos sísmicos. La
importancia que alcanzó esta industria y el elevado número de hombres de color
que empleaba puede medirse mediante un solo dato: en los finales del periodo
colonial un propietario de la calera y
el horno de ladrillos que había en el barrio limeño de santa Ana, tenía ocupados
cuatrocientos esclavos.
Dentro de las industrias manufactureras hubo
una regular proporción de obreros semi calificados y calificados, así como de
artesanos y menestrales[2]
. Se comprendía dentro de estos últimos
términos a todos aquellos que ejercían un arte u oficio.
Las autoridades españolas se
oponían al ingreso irrestricto de los
negros a las filas del artesano. Pero en cambio los impulsaban ello los dueños de esclavos, en su deseo de
aumentar el valor de los mismos al incrementar su capacidad de trabajo remunerado en forma pecuniaria y
que el blanco recibía todo o parte de la paga. Aunque algunos grupos de
menestrales blancos (como los orfebres) lucharon mucho tiempo contra el ingreso
del negó en los oficios que ellos desempeñaban, en general la actitud de la
mayoría fue acogedora. A causa de esta actitud (…) los gremios artesanales
en conjunto formaron una institución
capaz de impulsar la movilidad social de los negros y sus castas, hasta el
punto de facilitarles el ascenso a la incipiente clase media, que comenzó a
tener cierto valimiento a mediados del siglo XVIII, en el cual se hallaban los militares
subalternos, empleados públicos de baja categoría y los mercaderes,
propietarios y clérigos de menor cuantía, todos blancos. Precisa decir que
los artesanos blancos fueron los que mayormente prepararon a los otros,
enseñando a adultos y jóvenes, libres y esclavos, criollos o bozales que traían
experiencia previa de su país. (Romero, 1980:22).
Lo relacionado con los Alimentos, estaba en la línea limítrofe entre la manufactura y los servicios. De los primero tenía el manipuleo
preparatorio, de los segundos, el mercado siempre citadino, que se realizaba de
asiento (en el suelo de la Plaza Mayor, generalmente, y en las pulperías y
chinganas) o en forma ambulatoria y mediante pregón estimulante. La gente de
color negociaba con los alimentos de procedencia africana (anticucho bereber,
tamal yoruba, chicha de terranova, sanguito de ñajú congoleño, champús de agrio
chamba, choncholí) y brebajes
alcohólicos de factura esclavista y derivados de la caña y la vid (cañazo,
cachina, guarapo) ya que sus recursos
económicos no le permitían llegar al aguardiente de uva y al vino. Pero
también vendían muchas viandas y bebidas traídas por los españoles y
originarios del país, como pescado frito, tortas, encurtidos, emolientes,
refrescos, etc. (Romero, 1980:24).
[1] Por ello, se acuña una
frase, un decir que carece de bases científicas respecto a la posible
aclimatación del negro en nuestras serranías: “Gallinazo no canta en puna, y si canta es por fortuna” (Vallejo,
1980:20).
CASTILLA, LIBERTADOR DE LOS NEGROS
A partir de 1845, se reanudan
en el Perú la controversia ideológica con distintos objetivos, entre conservadores y liberales. Los
primeros, con Bartolomé Herrera –Rector del Colegio San Carlos, que sostenían
el principio de autoridad, emanado de Dios y los segundos en el Colegio Guadalupe, encabezados por Sebastián
Lorente y los ilustres cajamarquinos Pedro y José Gálvez Egúsquiza que
sostenían el principio de la libertad en todas sus formas, como el de la
abolición de la esclavitud . Para Jorge G. Leguía, San Carlos representaba el
orden, Guadalupe la libertad. (Vallejo, 1954:35).
La revolución intelectual de entonces tuvo otro
paladín[1] en el
sacerdote tacneño Francisco de Paula Gonzales Vigil, quien defendió la
separación de la Iglesia del Estado y la libertad del hombre a ser católico
y ser ciudadano libre en un Estado libre[2]
Indiscutiblemente que tan
nobles ideales repercutieron en la conciencia nacional, especialmente en
algunos eminentes varones como D. Hipólito de Bracamonte, quién manumitió a sus
negros esclavos en 1846; el famoso tribuno Fernando Casós, quien fue mentor de
la rebelión de los negros esclavos de Trujillo en 1851, el Dr. Alfonso Gonzáles
Pinillos que manumitió a todos sus negros esclavos en 1852; en la relativa
manumisión, que quedó sin efecto, decretada por Echenique en 1854 y en la
gloriosa manumisión general otorgada por el Libertador Ramón Castilla.
La revolución liberal que
encabezó en 1854 Castilla tuvo como Secretario al eminente cajamarquino Pedro
Gálvez E., el paladín del liberalismo y digno rival de Herrera (¿del Dr. Larco Herrera?), cuya revolución
entre los actos de indiscutible bien para el Perú, como l abolición del tributo
del indio, dio la libertad absoluta a los negros esclavos.
El general Echenique, con el
objeto de incrementar los efectos de su ejército para combatir a la triunfante
revolución liberal de castilla, y de obtener con ello arraigo popular, expidió
el D.S. de fecha 18 de Noviembre de
1854, en el que “preparando de algún modo
la manumisión de los esclavos, que más tarde será más general”, dispuso que
“todo esclavo doméstico o de hacienda ,
que se presentase al servicio del ejército obtendría su libertad por este solo
hecho, y la gracia se haría extensiva su mujer legítima”. Mas nada de ello
sucedió, por cuanto quince días después
-el 3 de Diciembre-
Castilla firmó en Huancayo el
célebre decreto, que lo ha inmortalizado, con el glorioso título de Libertador,
al manumitir a todos los negros esclavos del Perú sin condición ni restricción
alguna. (Vallejo, 1954:36)
La parte sustancial del aludido
decreto, dice:
- “Los varones y las mujeres tenidas hasta ahora, en el Perú, por esclavos o por siervos-libertos, sea que su condición provenga de haber sido enajenados como tales, o de haber nacido de vientres esclavos, sea que de cualquier modo se hallen sujetos a servidumbre perpetua o temporal, todos, sin distinción de edad, son desde hoy para siempre eternamente libres”.
Con el fin de no desamparar la
agricultura dispuso que los negros
libertados continúen trabajando en el predio de sus ex amos durante tres meses
más, percibiendo el respectivo jornal, y para evitar posibles excesos que
pudieron ocurrir, los sujetó a los mismos deberes y obligaciones que la ley y
la sociedad exigen a todo hombre libre, quedando expresamente prevenidos para
respetar a las personas sin injuriarles ni dañarles sus propiedades, de
obedecer las autoridades, de dedicarse a
trabajar, de no perturbar la tranquilidad pública, de respetar su palabra de
hombre libres, porque en caso contrario serían sometidos a la ley como reos
comunes de delito, y los vagos serían internados en las islas Chincha y
sometidos a trabajo por parte del Estado
que les pagaría su jornal, para devolverlos a la sociedad cuando
tuvieran aplicación en el trabajo. (Vallejo, 1954:36)
En lo tocante los manumisos menores de edad, dispuso que
quedaran bajo l patria potestad de los jefes de familia en cuya casa hubieran
estado viviendo, hasta que adquirieran su mayoría, asimismo, dispuso que los
manumisos dedicados a los haceres (quehaceres)
domésticos o crianza de niños, deberían permanecer con sus ex amos hasta ser
reemplazados, si así lo deseaban, o en caso contrario, dejar el servicio en el plazo de ocho días, y
en lo tocante a los manumisos inválidos, dispuso que serían sostenidos y
atendidos por el Estado en hospitales existentes en la República.
Los manumisos fueron inscritos
en cada distrito por una junta compuesta por el Gobernador, el Cura y un vecino
notable, anotándose su nombre, edad, estado, oficio, procedencia, estado de
salud y demás circunstancias especiales, cuy junta debería velar porque los
manumisos no sean sujetos a ninguna clase de servidumbre. (Vallejo, 1954:37)
Por su parte los amos, por
D.S. de 9 de marzo del mismo año,
quedaron obligados a presentar al Tribunal Mayo de Cuentas, los padrones de los
esclavos manumitidos en sus respectivos fundos rústicos, y los amos que
tuvieron esclavos en las ciudades, una relación jurada de los mismos y los
títulos que acreditaron la propiedad del esclavo, bajo pena de que cualquier
falsedad, les haría perder el total dela
indemnización que les correspondía.
El estado pagó 300 pesos por
cada esclavo manumitido, girando para el caso la suma de un millón de pesos, y
para el pago del sobrante emitiendo billetes (cheques) al portador,
pagaderos en tres años, y ganando el 6% del interés anual.
Las Cartas de libertad fueron
entregadas en el Departamento de Lima y provincia de Santa el20 de abril de
1855, y en las demás provincias y distritos de la República, el 30 del mismo
mes. (Vallejo, 1954:37).
GÉNEROS DANZARIOS Y MUSICALES DE LA
PROPUESTA ARTÍSTICA:
LANDO Género musical y
coreográfico de discutido origen. Algunos investigadores aseveran que el
vocablo viene de la voz Lundú. Según don Vicente Vásquez, la primera noticia
que tuvo del Landó era una versión fragmentada de un pregón que decía "Zamba
malató landó."
Esta canción se lleva al disco,
en una selección dirigida por N. Santa Cruz, a la cual don Vicente Vásquez le
pone acompañamiento guitarrístico. (Vásquez. entrev. l978) Rosa Mercedes Ayarza
recopiló en 1941 la siguiente letra: "Quique Iturrizaga landó, landó,
zamba landó me mandó llamar landó, landó, zamba landó. ¿Qué querrá conmigo,
landó, landó, zamba landó, el negro bozal? Landó, landó, zamba landó." (
en Romero, l988:158) ( es posible que a esa canción se refiriera don V. Vásquez)
Por otra parte, Cecilia Barraza, conocida cantante criolla, graba la
recopilación hecha por Caitro Soto de un tema tradicional dela zona de Cañete
llamado Toro Mata. (Entre los grupos profesionales se identifica al Toro Mata
como un landó, cosa que no ocurre en la zona de Cañete, donde es identificado
como un género con nombre propio: “Toro Mata" (Inv. campo. Vásquez, l978)
Estas dos versiones (Toro Mata
y Zamba malató) del ritmo que se identifica como landó son tomadas como base
para la elaboración del género, como se puede ver en los temas de los
compositores Chabuca Granda y Andrés Soto. No se conocen landós antiguos,
(salvo la carátula de una partitura impresa hacia finales del siglo pasado y
principios del presente, donde consta Toro Mata Rumbambero y Lando,
lamentablemente no tenemos el documento completo. (Inf. Carlos Hayre)
El término landó, ha sido
relacionado con LONDU o LUNDU de procedencia africana y que según algunos
investigadores dio lugar a varias formas musicales posteriores en el Perú,
afirmación que no ha sido probada, ni comprobada musicológicamente. (Ver. En
álbum Cumanana y Socabón de N. Santa Cruz) Por otra parte el investigador Juan
Carlos Castro afirma que: " Hoy en día con el nombre de "landó"
se conoce a una danza y canción recientemente sacada del horno (escribe en
l978) y que se ejecuta bajo cánones que algunos africanistas llaman
"afro", "negroides" o "afroperuanos" para hacer
más atractivo y comercial el asunto. En el ensamblaje del "landó-danza"
se han usado referencias de una danza natural de Angola, África, cuyos nombres
tradicionales son lundu y lundun la misma que fue traída por los negros
esclavos a Brasil, Haití y las Antillas. Otros de sus insumos son fragmentos de
antiguas y anónimas canciones como el "Don Cangarito" (Don Piojoso
según antiguo dialecto de Olmos) y el "Taita Huaranguito" en cuyos
versos se dice "Zamba Landosa" y no "Zamba Landó" como
pronuncian algunos cantantes creyendo dar con algún sabor congo, kimbundo o
bantú.
Por una ZANGUARAÑA del siglo pasado
descubrimos que el "Zamba malató" es apócope de "Zamba
malatés"; de igual modo por una antigua versión de "Taita
huaranguillo" encontramos que "Zamba Landosa" quiere decir,
zamba de cabellera lanuda, enlanada, motosa, enredada, rebelde, inaccesible al
peine" (Castro, l978).
Castro hace mención también a
una "Fiesta de landosos" y a la "Fiesta de la Landa
Yipiyna", que al parecer se dan en la sierra y selva para el "corte
de pelo". Recordemos que se llamaba "landó" a unos antiguos carros
como carrozas, dice don F. Romero: “galicismo que tiene la acepción "coche
de cuatro ruedas", y más adelante añade: "no hemos encontrado ninguna
pista valiosa. Es de esperar que otros investigadores sean más
afortunados." (Romero, l988:158)
PANALIVIO Con el mismo nombre conocemos dos tipos de canciones especialmente practicadas por sectores negros. Una de ellas es una mudanza del Hatajo de Negritos, teniendo en Amador Ballumbrosio y sus hijos los mejores cultores. Se compaña con violín y se realiza contrapunto de zapateo. La otra versión del Panalivio es como un lamento, lento -parecido a la danza habanera- como es la canción "A la Molina no voy más" El vocablo, para dominar género musical y/o danza, aparece en escritores antiguos como Rubén Vargas Ugarte quien cuenta que en l775 se celebra en Lima el Corpus, llegando "una multitud extraordinaria de danzas distribuidas en varios coros y compañías de Gigantes, panalivios, Chimbes, Pallas y otros saraos, torneos y juguetes de sazonadísimo gusto y donaire." (J. Castro, l978) También se conoce que en l772 se prohíbe el Panalivio ya que un edicto general los acusó de ser "escandaloso en los movimientos como en las coplas que lo acompañan" También se menciona "penalivio y panalibrio". (Estenssoro, l989) (Tompkins, l981)
GÉNEROS DANZARIOS Y MUSICALES: Lamento (panalivio, danza-canción, Landó & Fuga)
ESCENA I:
Música y textos : varios Intérpretes / Concepción artística: Jorge Luis Medynah
(Por delante del telón aparecen personas “blancas” vestidos a la usanza del Periodo Virreynal. Todos ellos acuden al mercado negro, donde ha llegado una nueva dotación de esclavos, que serán vendidos al mejor postor. Entre los esclavos aparece Francisco Congo quien será vendido a un Conde y enviado a trabajar a los cañaverales. Se produce una suerte de “dialogo” entre comerciantes y compradores)
PERSONA 1:
Los negros son viles, traidores…ociosos, borrachos!
PERSONA 2:
Son los seres más rastreros, pérfidos e inmorales de la humanidad!
PERSONA 3:
El mulato no calcula, y el negro no tiene sesos…
PERSONA 4:
Escuchen esto: “Si ves a un negro comiendo con un blanco en compañía, sólo hay 2 alternativas: O el blanco le debe al negro…o el blanco es la comida del negro”!
PERSONA 5:
El negro y el sinverguenza nacieron de la misma barriga: el negro nació debajo, con el sinverguenza encima!
PERSONA 6:
El negro es cosa fea y cosa que causa horror…tiene un cierto hedor y un olor a chimenea
SACERDOTE:
Dios hizo al negro…para que el animal descanse.
SER ESCLAVO…SUERTE MALDITA!
(Payandé: tema tradicional)
SOLISTA:
Nací en la playa de Magdalena
Bajo la sombra de un payandé
Como mi madre fue negra esclava
También la marca yo la llevé
TODOS:
Hay…suerte maldita! Llevar cadenas..
Y ser esclavo, y ser esclavo de un vil señor…
SOLISTA:
Si yo pudiera coger mi lanza
Vengarme airado de mi señor
Con gusto viera yo arder su casa
Y le arracaría el corazón…
TODOS
Hay…suerte maldita! Llevar cadenas..
Y ser esclavo, y ser esclavo de un vil señor…
ES HORA DE TRABAJAR!
(Inspirado en el tema “Taita Guaranguito”)
Letra & arreglos vocales: Jorge Luis Medynah
Ya no!...ya no!!! (Ajá!, toma!)
Dura caña dulce (landó, landó, zamba landó, landó)
Brota de la tierra (landó, landó, zamba landó, landó)
Con mi hacha en la mano (landó, landó, zamba landó, landó)
Corto, apilo y sigo…. (landó, landó, zamba landó, landó)
Así son los días en el cañaveral
Se me va la vida, ¿para qué vivir?
Látigo inclemente, a diario, del vil caporal
“Este, por ser negro esclavo y otro por bozal”
(landó, landó, zamba landó, landó)
Así, así….
Con el cuerpo en llamas (landó, landó, zamba landó, landó)
Apilo algodón (landó, landó, zamba landó, landó)
Fruto de la tierra (landó, landó, zamba landó, landó)
Y de mi sudor… (landó, landó, zamba landó, landó)
Entre las faenas, el tiempo ha pasao
Entre siembra y siegas mi tiempo ha acabao
“¿Qué esperas que pase, negra? A vieja has llegao
¿qué reniegas tanto, negra, si esto no ha acabao?”
(landó, landó, zamba landó, landó)
Así, así….
Duro trago amargo (landó, landó, zamba landó, landó)
La manumisión…. (landó, landó, zamba landó, landó)
Si no muero, arriesgo… (landó, landó, zamba landó, landó)
(A vivir!, a vivir!) como un cimarrón… (landó, landó, zamba landó, landó)
La vida y la muerte ya no valen ná!
La muerte y la vida tienen mal final!
Espera un tantito, negra, que el tiempo ha llegao
Guarda pala y hacha, (negro!), esto tiene que acabar…
(landó, landó, zamba landó, landó)
Así, así….
(Instrumental)
(Capataces –hablado en ritmos y síncopas de Landó)
- trabaja, trabaja!.....negro!, negro!, negro!
- Corta caña!, junta caña!, lleva caña! … de prisa! que hay más por llevar!
- ¿Dónde está la negra que te parió? Para darle un poco de cocolón!
- ¿Ese es todo el algodón? Ayer fue mayor!, coge tu pilón, vuelve a trabajar!
- Tráeme más, dame más ¿quieres pan?, ¿de tomar? Vuelve y tráeme más!
- ¿Qué me miras con desprecio, negra,si tu vida es una mierda entera?
- ¿Qué demonios haces, negro bruto?! La carreta es pa´llevar la carga a la ciudad!!!
- ¡Traingan a la negra jeta, pa que mueva sus caderas junto al amo!
- Vuelve al campo, negro ocioso! ¿Qué te trae aquí?
- Basta ya de hablar quedito! Y de andar metiendo bronca y revuelta a los negros de la hacienda de Trapiche, con”esas” ideas del tal Castilla y Echenique.
- ¿Quién habló de libertad?!!! Vuelve al campo a trabajar!!!!
- Tu manumisión?, no tiene valor, tu carta de horro? no me dice ná! (no me idcen ná!)
DESENLACE: Instumental
los esclavos logran rodear y cercar a los capataces, que en número son muy inferiores a éstos, y en un acto de valentía y coraje (a la voz de uno de los negros) arremeten contra éstos aún sabiendo de la inferioridad de armas que ostentan y que básisamente son sus herramientas de trabajo agrícola: palas, hachas, machetes y los capataces con armas de fuego. Se inicia la contienda y, en medio de la gresca con saldo a favor de los capa
taces, llega una comitiva del Mariscal Castilla quien exige a los dueños de la hacienda y los capataces poner en libertad a los pocos esclavos prisioneros y a firmar la carta de manumisión, promulgando:
“Los varones y las mujeres tenidas hasta ahora, en el Perú, por esclavos o por siervos-libertos, sea que su condición provenga de haber sido enajenados como tales, o de haber nacido de vientres esclavos, sea que de cualquier modo se hallen sujetos a servidumbre perpetua o temporal, todos, sin distinción de edad, son desde hoy para siempre eternamente libres”.
Los dueños de la hacienda, entre incrédulos y en venganza por los actos cometidos por los esclavos, y pertenecientes al bando de los políticos conservadores, dan órdenes a los capataces – previo retiro de la comitiva- a rematar a los heridos, exhortándolos a que “no quede ni un negro vivo”.
En medio de la confusión y la matanza, sólo logran escapar heridos, pero con vida, una mujer, y uno de sus hijos (el menor). Previo a ello, con la carta de manumisión en sus manos, prefiere quemarlo, hacerlo trizas y aventurarse al destino pues la vida, ahora, para ella, tiene menos valor al ver a cientos de sus hermanos caídos. Sola y con su hijo a cuestas, iniciará la marcha buscando un refugio temporal, camino hacia las zonas medio andinas, y ambos formarán parte de los llamados nuevos cimarrones en palenques.
Concepción artística: Jorge Luis Medynah / Jorge Luis Medina López
Coreografía: Jorge Luis Medynah / Jorge Luis Medina López
Fecha: Setiembre, Diciembre 2015.
[1] Esclavitud y manumisión de negros en Trujillo. Héctor Centurión
Vallejos (1954). Imprenta de la Universidad de Trujillo- Perú.